Los defensores y las defensoras de derechos
humanos son personas que actúan de manera pacífica en la promoción y en la
protección de los derechos humanos. Defienden los derechos humanos en favor de
mujeres, niños, lesbianas, gays, indígenas, refugiados, desplazados
internos, minorías nacionales, religiosas y lingüísticas. Supervisan e
informan sobre la política y la práctica gubernamental para defender los
principios del Estado de derecho, la no discriminación y las normas de derechos
humanos recogidas en las legislaciones nacionales e internacionales. Y
denuncian los casos de violaciones de estos derechos.
Gracias a la labor que realizan se evita que
permanezcan ocultos muchos abusos a los derechos humanos. Y esto les enfrenta a
los desafíos de gobiernos, élites políticas, militares y económicas. Los
defensores y defensoras de los derechos humanos corren, en algunos casos, el
riesgo de ser objeto de homicidios, detención arbitraria, denuncias falsas,
amenazas... Muchos se han visto obligados a huir de sus hogares y, en
ocasiones, de su país.
La protección y promoción de los derechos
fundamentales no es sólo un imperativo moral; es la base de la libertad, la
justicia y la paz. Por ello, la protección de los defensores y defensoras de
los derechos humanos se ha convertido, hoy más que nunca, en una prioridad del
trabajo de Amnistía Internacional.
En muchos países se las persigue porque, al
hacer oír su voz, ponen en entredicho los esquemas tradicionales de poder y
condición social. La mayor dificultad a la que se enfrentan
muchas defensoras estriba en que sus actividades y propuestas suelen ser
desacreditadas y se desdeñan como carentes de importancia.